150 g de almendras peladas
50 g de avellanas
25 g de piñones
50 g de nueces
20 g de pistachos
1 cucharada sopera de aceite vegetal
Almíbar:
150 g de azúcar
1/2 limón
1 sobre de azúcar de vainillina
Decoración:
pistachos molidos
piñones
Prepare por separado los frutos secos metiendo en el horno, a 140° C, las avellanas durante unos 20 min, las almendras, durante
15 min, luego las nueces, durante 5 min.
Quíteles la piel a las avellanas tostadas.
Triture groseramente las almendras, las nueces, las avellanas, los pistachos y los piñones con un rodillo de pastelero.
Exprima el medio limón y reserve el zumo para el almíbar.
Para el almíbar, cueza los azúcares con 10 el de agua. Cuando hierva, añada el zumo de limón.
Verifique la cocción sumergiendo en agua fría la hoja de un cuchillo, saque un poco de azúcar, sumerja de nuevo la hoja
del cuchillo en agua.
Deslice el dedo sobre el azúcar para obtener una perla.
Vierta el almíbar sobre los frutos secos y remueva con una espátula de madera.
Unte levemente con el aceite vegetal la mesa de trabajo y el rodillo de pastelero.
Ponga la jauia y aplástela.
Repita la operación sobre una chapa de horno.
Sobre la chapa, corte tiras largas de jauia y déles entonces la forma de cuadrados.
Decórelos sumergiendo delicadamente la superficie en la harina de pistachos.
Añada encima un piñón.
Disponga las jauia sobre una bandeja.
Símbolo de abundancia, en la actualidad se degusta principalmente en las bodas.
Los frutos secos eran muy apreciados ya por egipcios, griegos y romanos.
Gracias a sus virtudes nutritivas y energéticas reunidas en un volumen reducido, son un verdadero concentrado de sol.
En Tunez, la jauia goza de un estatuto particular. Considerado un plato de lujo, este confite de frutos
secos fue, según la leyenda, la golosina preferida del bey.
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